El barrio de La Paternal cumple 118 años El 12 de julio el barrio de La Paternal cumple 118 años y hubra distintos festejos en redes sociales y en el barrio.
El nombre de una compañía de seguros, propietaria de numerosos terrenos en la zona, fue el origen de la denominación de este barrio porteño. Estación del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, a su alrededor fue creciendo La Paternal, constreñida por la omnipresencia del vecino Cementerio de la Chacarita.
Corrían los últimos años del siglo XIX… “… después del puente sobre el arroyo Maldonado, se entraba en unas chacras afectadas en 1887 para la construcción de la línea férrea Mercedes – Retiro del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, cuya inauguración se llevó a cabo en marzo del año siguiente. Allí hacia fines de siglo, se fueron abriendo algunas calles formándose una nueva población que rodeaba la estación ‘Chacarita’ … para el año 10 el nuevo grupo estaba bastante urbanizado. También poco antes de 1900 se inició la construcción del Hospital Alvear … Frente a él se extendían dilatados potreros baldíos del Estado y solitarios hornos; también tambos, como el “de la lechuza”, consignado en algunos antiguos planos de la Capital…”
Origen y límites del barrio
Buenos Aires, impulsada por la siempre creciente inmigración, se desarrollaba hacia las zonas consideradas “suburbanas”, pobladas de quintas de verduras, fábricas de ladrillos y precarios establecimientos dedicados a diversas actividades.
Pasados los años y a solicitud de la “Compañía de Seguros La Paternal”, que había adquirido tierras en la zona con el fin de proceder a su loteo y urbanización, se dictó en 1904 una Ordenanza que cambió el nombre de la estación “Chacarita” del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico —actual San Martín—, por el de la compañía. Y ese es el origen del nombre del barrio cuyo centenario se cumple en estos días.
La estación es una muestra de las típicas construcciones de estilo inglés que poblaron los apeaderos de nuestros ferrocarriles.
Al serio emprendimiento de la Sociedad de Seguros “La Paternal”, que encarga al arquitecto Alfredo Olivari la confección de los planos del nuevo barrio, agrega Cutolo la iniciativa llevada a cabo por la Cooperativa Obrera de La Paternal en 1903.
Del mencionado autor compartimos un oportuno comentario referido al nombre de la Sociedad de seguros, considerándola como de “socorros mutuos”, de allí el apelativo referido al sentido de protección que en apariencia prestaba a sus integrantes.
También el hoy Ferrocarril General Urquiza tiene dos paradas en los límites del barrio de Paternal, las denominadas “Pedro N. Arata”, al cruce de la avenida Chorroarín, y la “José Gervasio de Artigas”, antes de la intersección de las vías con la avenida del Campo
El día de La Paternal es el 10 de agosto.
La chacra de la Compañía de Jesús
El barrio ocupa una pequeña fracción de las tierras que antaño pertenecieran a la Compañía de Jesús. Las diez “suertes principales” que Juan de Garay entregara originariamente en 1580 a diversos personajes, entre 1614 y 1746 fueron siendo donadas o adquiridas por los jesuitas.
Se extendían desde el Río de la Plata hasta los aledaños de la actual localidad de Ramos Mejía, abarcando en total unas 2.700 hectáreas de superficie.
En el lugar los religiosos levantaron una casa de descanso y retiro espiritual, con su capilla.
Esos campos fueron dedicados al cultivo de vegetales y eran trabajadas por esclavos negros en su mayoría, quienes abastecían de frutas y verduras a la ciudad.
Con la expulsión de los jesuitas estas tierras pasaron a jurisdicción de la Oficina de Temporalidades y posteriormente sus beneficios se destinaron al Real Colegio de San Carlos que el virrey Juan José de Vértiz creara en 1783.
Los reglamentos jesuitas denominaron al lugar como la “Chacarita del Colegio”, esa misma que Miguel Cané rememorará años después en su “Juvenilia” como sitio de descanso veraniego y de aventuras de los alumnos del que sería el Colegio Nacional de Buenos Aires, fundado por Bartolomé Mitre en 1863 y sucesor del Real antes nombrado.
Durante la presidencia de Rivadavia, el 11 de marzo de 1827, se proyectó la creación, en parte de esas tierras, del denominado “pueblo de Chorroarín”, diseñado por Felipe Senillosa para un grupo de 160 colonos inmigrantes alemanes, pero el emprendimiento no prosperó, fracaso que se repite en 1833, cuando las chacras se distribuyen entre inmigrantes canarios.
La instalación del Cementerio
Durante la época de Rosas las tierras de la Chacarita, propiedad del Estado, fueron mensuradas por el agrimensor Narciso Parchappe, quien realizó el plano más importante de las mismas. La mayoría de ellas fueron donadas a soldados federales que habían intervenido en las guerras civiles, mientras que otras fueron vendidas a sus ocupantes.
El reparto más importante se hizo en 1836 y las tierras se convirtieron en numerosas chacras y quintas.
Con la caída de Rosas se cuestionaron algunas de sus donaciones y el casco de la Chacarita, otorgado a la familia del capitán Juan Farías4, militar que tenía a su cargo los contingentes de indígenas incorporados al ejército federal durante el período rosista, acantonados en Chacarita, Palermo y Santos Lugares, entró en un largo conflicto.
Fue confiscado y volvió nuevamente a poder del Estado, hecho que facilitó que un sector fuera utilizado a partir de las epidemias de cólera de 1867/1868, como enterratorio público, que se incrementó al producirse la epidemia de fiebre amarilla en 1871, con la apertura del Cementerio del Oeste o de la Chacarita, que por cierto no forma parte del barrio de La Paternal, sino que es uno de los límites.
El Maldonado y los caminos
La zona, poco poblada por esta razón, no gozaba de los beneficios con que comenzaban a contar los territorios ya integrados a la ciudad.
Así, por ejemplo, sabemos que los vecinos del cuartel 5º del entonces Partido de San José de Flores, se quejan por el pésimo estado del camino de Moreno, hoy avenida Warnes y divisoria con el Partido de Belgrano, diciendo que “… nos veremos obligados a abandonar nuestros negocios por carecer de los medios de enviar a la ciudad nuestros productos, pues que habríamos necesidad de carros aéreos para salvar los profundos abismos que hay en este camino y que son capaces algunos de ellos, de devorarse una carreta con bestias, carga y todo…”
Sin duda, el arroyo Maldonado, en cuyas cercanías algunos de los firmantes de la nota tenían sus propiedades, debía generar grandes problemas cuando salía de su cauce, amén de la poca atención que el municipio provincial prestaría a tan alejados sectores del partido. Prueba de ello es que en este expediente, se propone que los vecinos reparen solo la parte que corresponde a Flores, “… debiendo por la parte comprendida en el de Belgrano ocurrir a la Municipalidad de aquel punto.”
Entre los firmantes de este documento encontramos a Pedro Montes, Miguel Etchevare, Martín y Gervasio Matallana, Alejo Casariego, Juan Barbié, Diego Shaw, Felipe Fossati y Pedro Basail.
Según Cunietti-Ferrando, el nombre de calle o camino de Moreno, provenía de Pedro Moreno, propietario de una chacra que orillaba ambos lados de esa vía de comunicación, entre las actuales Garmendia, avenida Juan B. Justo, avenida San Martín y la prolongación imaginaria de avenida Del Campo.
El lugar contaba con uno de los pocos puentes existentes en aquellos años para el cruce del arroyo, por cuyo uso los Moreno cobraban un peaje.
En 1887 la zona pasó a formar parte de la ciudad, al producirse la integración de los partidos provinciales de Flores y Belgrano. Hasta la creación del segundo de ellos, había formado parte del de San José de Flores.
Algunas calles del barrio
La pavimentación de las calles del barrio comenzó a principios del siglo XX, con los tradicionales adoquines de granito.
Como decíamos más arriba, Warnes sigue la traza del antiguo “Camino de Moreno” y es una de las más antiguas. Cruzando el arroyo Maldonado, hoy Av. Juan B. Justo, se podía acceder por ella al casco de la Chacarita de los Colegiales. Recibió su actual nombre con la Ordenanza del 27 de noviembre de 1893 y recuerda al coronel del mismo nombre que falleciera en 1816, en el combate del Parí durante las guerras de la Independencia.
Originalmente conocida como “Camino a San Martín”, la actual arteria del mismo nombre es importante en el barrio por su movimiento comercial. Su nombre primitivo aducía al destino al que llevaba, el pueblo de San Martín, pero en 1895 la Municipalidad incorporó esa nomenclatura como homenaje al Libertador.6
Sobre la avenida San Martín, entre Chorroarín y Punta Arenas, se proyectó ya hacia 1906, un puente que, por motivos relacionados con la importación del material férreo que lo integra, recién comenzó a construirse en 1923, durante la intendencia de Carlos Noel.
La primera guerra mundial y otros inconvenientes contribuyeron a ese retraso.
Una vez superado el momento, su habilitación dio solución al problema de tránsito que ocasionaba una molesta barrera en su cruce con las vías del Ferrocarril San Martín. Deteriorado por el paso de los años y el nulo mantenimiento, en oportunidad de su cierre por razones de seguridad entre 1983 y 1987 fue remodelado totalmente, de forma tal de contribuir a darle mayor fluidez al tránsito en sus seis carriles.
En 1994 se lo bautizó con el nombre de Julio Cortázar, en homenaje al gran escritor argentino fallecido diez años antes, que fuera vecino de la zona.
Cercanos al puente se encuentran algunos “albergues transitorios” famosos, destacándose entre ellos “Los Lirios”, uno de los más antiguos del lugar.
Avenida San Martín posee un importante movimiento comercial de innúmeros rubros.
Hoy con intenso tránsito, tuvo un cantero central de 8 metros por donde circulaban en una época los tranvías que llevaban hasta Devoto
La avenida Álvarez Jonte, “Camino a la Chacarita de los Colegiales” servía de deslinde con las chacras de Caballito y Flores, ya que era el “fondo de la legua” de las “suertes” cuyo frente daba al Riachuelo.
La avenida del Campo no lleva su nombre porque tuviera algo que ver con ese paisaje geográfico, sino en honor al poeta Estanislao (1834-1880) y a su padre el general Juan Estanislao (1795-1861).
Las industrias en La Paternal
Ocupado en gran parte por industrias entre las que sobresalen las embotelladoras y depósitos de numerosas bodegas, muchas de ellas hoy desactivadas. Todavía se puede ver el edificio de Escorihuela, cerca del puente Julio Cortázar, o las instalaciones de las bodegas Arizu y Toro, en la calle Warnes.
La vinculación con estas industrias vitivinícolas deviene de la practicidad del empleo del ferrocarril para proveer los productos que, viniendo de San Juan y Mendoza, se embotellaban para su consumo en el área metropolitana.
Hasta no hace mucho se podían ver las largas caravanas de vagones tanque que, con la identificación de cada establecimiento, iban desgranándose en los desvíos y paradores de cada uno de ellos. Allí se procedía a su descarga y trasvase a los toneles de madera o material que poseyera el establecimiento; al análisis del producto; a la pasteurización del vino y su posterior embotellado, como parte de un proceso algo más complejo, que incluía el lavado de las botellas usadas y que culminaba a las primeras horas de la mañana con el bullicio que generaba la presencia de los distribuidores que, con camiones de todo tipo y estado, cargaban las “jaulas” con su docena de botellas de un litro destinadas a bares y almacenes.
Tal era la importancia de la presencia de las bodegas en esta zona, – que por otra parte, se extendía luego en el tramo paralelo desde Godoy Cruz a las vías, que va desde Santa Fe hasta El Salvador -, que el sindicato y la Federación de los obreros relacionados con la industria vitivinícola tienen sus sedes sobre la avenida Warnes, cuando ésta abandona su característica de mercado de autopartes al cruzar Jorge Newbery.
Nuevas formas de consumo, nuevas costumbres, hicieron perder vigencia a estos sistemas, y muy poco es lo que queda de todo ello.
Otra de las industrias de La Paternal es la Química Estrella, que ocupa una manzana en la avenida Constituyentes, compartiendo la zona con incontables talleres de diversos rubros, entre los que se destacan los textiles en la zona de avenida San Martín, manteniendo su actividad con altibajos pero sobreviviendo a pesar de la crisis. Todo este movimiento de instalación de actividades en la zona se inició en algunos casos, o se incrementó notablemente, hacia la década de 1920/1930.
Durante el transcurso del tiempo, La Paternal mantuvo una fisonomía de barrio obrero de casas bajas, que han ido poco a poco desapareciendo. El desarrollo de las varias industrias que hemos sintéticamente enunciado, muy necesarias para la ciudad, han impedido – con sus largos paredones sombríos, molestas características edilicias -, el desarrollo de la zona residencial.
Los comercios de autopartes
Marmolerías y florerías ocupan los locales ubicados sobre la avenida Garmendia, enfrentados a una de las entradas del cementerio de la Chacarita, que está en la vereda de enfrente, fuera del límite del barrio.
Sobre los descampados de la avenida Warnes en la década del 20 comenzaron a funcionar desarmaderos de automóviles, actividad que tuvo su apogeo con la carencia de repuestos producida por la Segunda Guerra Mundial.
Allí, en sus terrenos baldíos, carros y camiones viejos y semidestruidos, eran dejados abandonados por sus propietarios, convirtiendo la zona en un verdadero “Cementerio del Automóvil”. Con el tiempo, los desarmaderos de Warnes se trasladaron a la provincia y la zona se transformó en un abigarrado conjunto de comercios mayoristas y minoristas relacionados con la venta de repuestos y autopartes, imán para mecánicos, revendedores y automovilistas, que dieron y dan hoy a esta zona del barrio una fisonomía característica.
Instituciones y clubes del barrio
La población de La Paternal no es muy importante; de acuerdo al Censo Nacional de 1991 lo habitaban 19.639 porteños, cantidad que de seguro no se ha incrementado demasiado en el tiempo transcurrido.
Junto con Villa Crespo, esta barriada es residencia tradicional de una importante cantidad de porteños integrantes de la comunidad judía, hijos y nietos de los inmigrantes llegados al país desde principios del siglo XX.
Provenientes especialmente del centro de Europa y de Rusia, distintos países donde los pogroms generaron verdaderas masacres, se fueron afincando primero en las zonas cercanas al centro y en Balvanera y derivaron luego hacia estos dos barrios, donde compartirían pesares y alegrías con tantos otros inmigrantes pobres provenientes de Italia y de España.
El club Scholem Aleijem pertenece a esa comunidad y se encuentra en la calle Maturín entre Nicasio Oroño y Seguí. Esta institución se fundó por iniciativa de un grupo de inmigrantes en 1923, con el nombre de Biblioteca Popular Israelita.
La sede social de la Asociación Atlética Argentinos Juniors funciona en el terreno destinado hace muchos años para un cementerio israelita que nunca llegó a habilitarse, aunque no falta quien aduzca que se hicieron allí algunas inhumaciones.
La documentación municipal no indica eso, sino más bien la inexistencia de su habilitación luego de algunos cruces burocráticos con la asociación de esa colectividad adquiriente del solar. Se encuentra en la calle Punta Arenas 1271, y su ingreso es el peristilo del cementerio. Una estrella de David ornamenta el piso del ingreso, realzada con las mayólicas del mismo.
La primera cancha de este club, inaugurada en 1925, tenía una capacidad de solo 10.875 espectadores y se encontraba sobre la avenida San Martín al 2100.7
Su actual estadio deportivo se encuentra en el barrio de Villa Mitre – Juan Agustín García al 2000, entre Boyacá y Andrés Lamas -, contando además con un campo en la zona del Bajo Flores.
El Club La Paternal, tradicional en este barrio, tiene su sede en la calle Fragata Sarmiento 1951. Cuenta con una cancha cubierta y desarrolla intensa actividad en sus instalaciones, que facilita para el uso escolar.
En Cucha Cucha al 2400, entre Dr. Adolfo Dickman y Almirante Francisco José Seguí está el Club San Martín, con más de ochenta años de presencia en el barrio.
Vecinos del barrio se han constituido en comisión para tratar de salvar los restos del Cine-Teatro “Taricco”, que se encontraba en la avenida San Martín 2677. Caído en el abandono hace años, como tantas salas barriales porteñas, no vendría mal su recuperación —si su estado lo permitiera—, para poder contar con una sala apta para espectáculos y actividades culturales en la zona.
Ya hace más de cuarenta años han desaparecido definitivamente los cines “Parravicini”, de avenida San Martín y Tres Arroyos, y “Oeste”, sobre la misma arteria, entre Paysandú y Fragata Sarmiento.
Iglesias, asilos y hospitales
Dentro de la jurisdicción del barrio se encuentran dos iglesias católicas, Encarnación del Señor, que es la parroquia del barrio, sita en Gral. Manuel A. Rodríguez 2444, y Santa Inés Virgen y Mártir, en Ávalos 250, inaugurada en 1931 cumpliendo con un plan del cardenal Copello.
Esta última, proyectada por el arquitecto salesiano Ernesto Vespignani8 fue confiada a la congregación religiosa de San Camilo hasta 1972, en que pasó al clero secular. Dependiente de esa parroquia funciona el Asilo San Miguel, que se encuentra en Punta Arenas y Estomba, mientras que en Warnes al 1600 está el Neuropsiquiátrico de la Hermanas Vicentinas.
El hospital más importante del barrio es el de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear, ubicado en Warnes 2650 y las vías del Ferrocarril San Martín. La construcción comenzó en 1900 y se inauguró oficialmente en 1909, destinado para crónicos y convalecientes, aunque originalmente se pensó realizar en el lugar un asilo de mendigos. El Hogar de Ancianos General San Martín, dependiente de la Dirección General de Tercera Edad del Gobierno de la ciudad, se encuentra también en el barrio, ocupando un sector del terreno del hospital Alvear.
La excelencia de su funcionamiento motivó que en 2003 recibiera un premio a la calidad otorgado a nivel internacional.
El Hogar de Niñas Crescencia Boado de Garrigós, que lleva el nombre de una importante benefactora que fuera presidenta de la Sociedad de Beneficencia, está en la calle Paz Soldán al 5200, y depende en la actualidad del Consejo Nacional del Menor y la Familia. En el área también se encuentra la Dirección Nacional de Menores, antes Instituto José María Pizarro y Monje.
Los espacios verdes
Hacia 1888 una propuesta del intendente Torcuato de Alvear era asentar allí en La Paternal el Parque Central, idea que no se llevó a cabo.
Parte de las tierras de la Chacarita de los Colegiales fueron después destinadas a la formación del Parque del Oeste, diseñado por Carlos Thays, de tan prolífica actuación en nuestra ciudad. En su superficie se instalaron la escuela de agricultura y anexos que derivaron —con el paso del tiempo—, en la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires, así como el club “Comunicaciones” en terrenos que hoy pertenecen a otro barrio vecino, “Agronomía”.
En el encuentro de las avenidas San Martín y Francisco Beiró comenzó a funcionar el 25 de septiembre de 1904 la denominada “Quinta Agronomía”.
El barrio cuenta con un Parque temático de especies autóctonas, aún en etapa de diseño y plantación. No son demasiados sus espacios verdes de La Paternal, superando apenas los 5.000 metros cuadrados.
En Warnes y avenida de los Constituyentes se encuentra la plazoleta Julián Besteiro, que lleva ese nombre en recuerdo del sociólogo y político socialista español muerto en la prisión franquista en 1940.
El Albergue Warnes
Por la avenida de ese mismo nombre, cruzando las vías del Ferrocarril San Martín, en terrenos limitados por esa calle, Av. de los Constituyentes, Chorroarín y las vías del Urquiza tuvo su nacimiento el que con los años, y por un largo período, sería el tristemente célebre “Albergue Warnes”.
Hacia 1950 comenzó a construirse en ese extenso predio un moderno Hospital de Niños y de Epidemiología Infantil por disposición de la Fundación Eva Perón.
Las obras, que habían quedado a medio terminar desde algún tiempo atrás, se paralizaron definitivamente con el golpe militar de 1955.
Abandonada la construcción, sus varios pisos fueron transformados en vivienda para los habitantes de una villa de emergencia incendiada del barrio de Saavedra, sin que mediara previamente mejora alguna en las condiciones de esas estructuras a medio terminar.
Transcurrieron los años y al abandono y despreocupación de las autoridades se sumó a la desidia de muchos de quienes allí se alojaban. Sótanos llenos de basura, carencia de agua corriente, luz eléctrica, gas y las mínimas condiciones para una convivencia razonable, fueron haciendo del lugar un hito del no-hacer o mejor dicho, del hacer mal.
Dado que la recuperación del edificio para transformarlo en viviendas dignas para sus habitantes, resultaba poco menos que imposible tanto por su diseño como por el grado de deterioro alcanzado, —a lo que se agregaron motivos de orden legal con la sucesión de los propietarios originarios—, el gobierno de la ciudad tomó la decisión de demolerlo.
Sus habitantes fueron trasladados al barrio semiprecario que se denominó “Dr. Ramón Carrillo”, en el Parque Alte. Brown.
El operativo de dinamitado —el primero de esa importancia en la ciudad—, se produjo el 28 de julio de 1991 y fue presenciado por multitud de curiosos. Parte de los terrenos fueron utilizados luego para la construcción de un moderno supermercado y otras instalaciones comerciales.
El Pibe de la Paternal
Y si de recordar vecinos se trata, resulta imposible olvidar al gran director de orquesta, intérprete y compositor de tangos Osvaldo Nicolás Fresedo, que si bien no había nacido en el barrio, vivió dentro de sus límites.
“El Pibe de la Paternal”, como se lo conoce, había nacido el 5 de mayo de 1897 en Buenos Aires, en el seno de una familia de cómoda posición económica. El padre era comerciante y cuando Osvaldo tenía diez años se asentaron en avenida del Campo 1270, un solar hoy ocupado por una de las tantas marmolerías de la zona. La Paternal era por entonces barrio apartado, humilde y de ambiente popular.
Unos versos que se refieren al vecino barrio de Villa Crespo, nos transmiten la imagen perdida de estas zonas en la voz del gran poeta José Portogalo, cuando dice:
“… mi barrio era entonces vereda de potreros,
perfil del Maldonado, cuna de los gorriones
y corazón del cielo en una ochava
que alhajaba la luna
y el humo cachaciento de un pucho pisoteado.”
Allí se inició Fresedo en el bandoneón. Su orquesta, de estilo refinado, fue la preferida de los círculos elegantes, así como su trayectoria fue una de las más extensas de la historia de nuestra música porteña.
Casi 1300 grabaciones son testimonio de la misma. Grabó discos durante más de sesenta años.
Su carrera musical, realizada tanto en el país como en sus numerosos viajes a Europa y Estados Unidos principalmente, le permitieron ocupar un sitio de honor entre los prohombres del tango ya desde las primeras décadas del siglo XX.
Parte integrante de una familia de músicos (sus hermanos Emilio y Raúl también lo eran), fue además corredor de carreras de bicicleta y motocicleta, obteniendo su brevet de aviador civil en 1923.
De sus piezas más conocidas recordamos “Vida mía” (con letra de su hermano Emilio), “El Once”, “Sollozos”, “Pampero”, “El espiante”, “Arrabalero”, “Muchachita de Montmartre” (con letra de José Antonio Saldías), siendo también muy celebrados “Pimienta”, “Tango mío”, “Aromas”, “Volverás”, “Siempre es carnaval”, “Ronda de ases”, “De academia”, “¿Por qué?” y “Si de mí te has olvidado”. Falleció en su ciudad natal el 18 de noviembre de 1984.10
Otros vecinos ilustres
La escuela Nº 23 del Distrito Escolar 14 recuerda a otro habitante de La Paternal, el poeta y escritor Alfredo Rodolfo Bufano (1895-1950). Fue un cantor de la patria argentina; entre sus obras más conocidas están “Canciones de mi casa”, “Misa de Réquiem”, “Tierra de Huarpes” y la novela “Aconcagua”. Por Ordenanza Nº 18.771 de 1961, se le dedicó también una calle cercana a este barrio, antes llamada Zamudio, nombre que mantiene otro tramo de la misma traza.
También vivió en La Paternal el escritor Cesar Tiempo, seudónimo de Israel Zeitlin. Nacido en Ucrania en 1906, su contribución a la literatura dramática fue de suma importancia. Inicialmente vinculado al denominado “Grupo de Boedo”, aunque “…lo más significativo e interesante de su producción excede… el marco cronológico y las instancias definidoras de Boedo… protagonizó uno de los más curiosos y resonantes episodios de la historia del grupo al publicar en 1926, los “Versos de una…”, libro de poemas de fuerte contenido sentimental que consiguió una vasta repercusión. La autobiografía lírica de una supuesta prostituta rusa, presentada en decorosas imágenes, logró el mismo inmediato efecto de sorpresa de su contraparte: el descubrimiento de la verdadera identidad del autor.“
Entre sus obras destacan los libros de poesía “Libro para la pausa del sábado” y “Sebastián argentino”, y las obras de teatro “El teatro soy yo” y “Pan criollo”.
Seguramente los habitantes del barrio y los historiadores del mismo podrán ampliar en mucho estos breves recuerdos, en los que simplemente quisimos dejar testimonio de homenaje al centenario de un tradicional rincón porteño.
Agradecemos al vecino Daniel Adario, quien colaboró con su memoria y nos aportó precisiones sobre sus años paternalenses.
Fuente: revista Historias de la Ciudad. Testimonios de vecinos